Las Tablas de Daimiel, con todos sus embrujos realzados por la abundancia de agua, celebran con júbilo el cuarenta aniversario de su declaración como Parque Nacional, descubriendo a los amantes de la naturaleza parajes de gran belleza y alto valor ecológico.
Las inesperadas lluvias de los últimos tres años han rejuvenecido el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, que al cumplir cuatro décadas de su declaración muestra imágenes inigualables que ponen de manifiesto lo que ya en 1575 describían las relaciones topográficas de Felipe II, que este espacio tenía que "guardarse muy bien".
Las Tablas de Daimiel, que pasaron de ser un lugar extraordinario para la caza a un lugar privilegiado para la conservación de la fauna, viven un momento feliz que muchos esperan que no sea efímero sino que perdure en el tiempo para preservar la continuidad del humedal manchego más allá de otros cuarenta años.
La sobreexplotación del acuífero de La Mancha Occidental, sustento básico de la conservación del Parque Nacional, aún se erige como la principal amenaza de este espacio protegido.
Que deje de serlo es el gran reto que tienen sus gestores y los responsables de las Administraciones públicas con responsabilidades en la gestión del agua y la agricultura.
Desde 2010, las Tablas de Daimiel han recuperado gran parte de su biodiversidad y de su funcionalidad ecológica, lo que ha permitido que miles de aves ligadas a los ecosistemas acuáticos vuelvan a arraigarse en el gran mar de agua dulce que se extiende sobre la llanura manchega.
Pasear sobre las aguas de este espacio da la oportunidad de comprobar cómo la recuperación de las formaciones subacuáticas más valiosas del parque, base de alimento de muchas aves acuáticas, tapizan de nuevo buena parte de sus fondos.
Las grandes masas de masiega aún siguen muy presentes, pese a que en las últimas décadas ha sido la especie más vulnerable y la que más ha sufrido las consecuencias de un espacio en mal estado.
Pero si este aniversario es especial para las Tablas de Daimiel, mucho más lo es para las gentes que han trabajado y vivido de ellas durante décadas, como las familias García Consuegra y Escudero.
Son la muestra más reciente de la presencia humana en este espacio natural, en el que llegaron a vivir de la pesca y de los cangrejos en pequeñas casas, de las que aún se conservan algunas, 350 familias de Daimiel.
Quién visite el Parque Nacional se topará con la casilla en la que vivió el primer guarda forestal del Parque, Bautista García Consuegra, con su familia, cuyos hijos aún navegan con los barcos por Las Tablas, pues heredaron de su padre su amor por el lugar.
Julio Escudero, el gran erudito del Parque, sigue disfrutando en su casa, situada a escasos metros del agua, y de los sonidos que producen el chapoteo de los patos.
Su vida, como la de otros muchos, está amarrada a Las Tablas de Daimiel, y a sus ochenta y cuatro años disfruta de este aniversario igual que quienes han tomado su relevo, pero, sobre todo, disfruta saboreando cada día el dulce momento que vive este cuarentón Parque Nacional que aún se ha de enfrentar a muchos desafíos.
Fuente: Aníbal de la Beldad (Agencia EFE) Imagen:
www.lastablasdedaimiel.com